jueves, 20 de noviembre de 2008

¡Oh heroína!


¡Oh heroína, sólo a ti la tuz, sola te sustenta en la luz,
y tu paciencia, oh bondadosa, alimenta tu amor;
ni siquiera estás sola, te acompañan amigos de la infancia
donde reposas y floreces entre las rosas del año
Y el Padre mismo con el aliento dulce de las musas
te envía un tierno canto para que te arrulle
¡Es ella, sí! De la cabeza a los pies veo ante mí
a la Ateniense, caminando en silencio como antaño
Y cuando, amable espíritu, de tu serena frente pensativa
caen seguros entre los mortales tus rayos bienhechores,
así me afirmas y me dices lo que a otros puedo repetir,
incluso a aquéllos que no quieren creerlo,
que la alegría dura más que el dolor o la ira
y que un áureo día es, finalmente, aún, un día cotidiano.