viernes, 28 de junio de 2013

Lo esencial es observar la vida con los ojos descontaminados de un niño

Qué razón tenía el principito de Saint-Exupery, aquel principito que nunca olvidaba una pregunta hasta haber obtenido una respuesta. Verdaderamente, era un filósofo. 

Su sencillez le permitía observar el mundo con una mirada limpia y humana en el más alto sentido de la palabra. Hacía preguntas al aviador que lo encontró con la desenvoltura con que solo un niño puede plantear las cosas: “¿esto qué es?”, “¿por qué haces esto?”, “¿para qué?”. Fue así como llegó a la conclusión de que los adultos eran un poco raros: encontró a uno que le explicó que se dedicaba a contar estrellas del firmamento para tomar posesión de ellas y que no fueran de ningún otro. Era un hombre de negocios y no estaba para perder tiempo (vamos, lo mismo que hacen algunos jugando con los números de las cuentas bancarias: un botón aquí, el minuto exacto para invertir allá, lo vendo multiplicado por dos siete segundos después y ya tengo más que tú). 

También se topó en su viaje interplanetario con un borracho, que explicó al principito que bebía para mantener su estado de embriaguez, aunque confesaba no recordar para que quería estar borracho (síntoma de que el despiste vital no es exclusivo de nuestro tiempo, ni de nuestro planeta al parecer). 

Del rey aprendió el principito que si quieres que te obedezcan de buen grado, debes ordenar lo que corresponde en el momento justo. Era mucho más práctico ordenar al Sol que saliera a la hora del amanecer que desesperarse o enfadarse si no aparecía a cualquier otra hora (podríamos preguntarnos por comparación cuántas veces nos desesperamos por cosas que no dependen de nosotros. O peor, cuántas veces preferimos no tomar decisiones en lo que sí nos incumbe). 

Pero de quien más aprendió el principito fue del zorro, que le enseñó que crear lazos con otro ser (de amor, de amistad, de veneración) era lo que le convertía en único entre todos los demás. Le pidió que le domesticara, para ser un zorro especial a los ojos del pequeño príncipe y que el principito fuera único a sus ojos. Y en su amistad, le reveló su secreto: lo esencial es invisible a los ojos. 

De este modo, el principito, que procedía de un pequeño asteroide perdido en la inmensidad del espacio, se dio cuenta de que él también estaba domesticado por su pequeña rosa, a la que había tenido que abandonar cuando partió. 

Supo en su añoranza que hubiera sido mejor juzgarla por sus actos y no por sus palabras porque ahora echaba en falta el color y el perfume que la rosa le ofrecía generosamente aunque a veces pareciera un poco vanidosa. 

Y así, el principito, en un mundo donde algunos enumeraban sus posesiones para sentirse poderosos y otros intentaban ahogar en alcohol sus incertidumbres, él había comprendido uno de los misterios más profundos de la vida: lo esencial es invisible a los ojos. 

Y lo esencial es observar la vida con los ojos descontaminados de un niño y buscar respuestas a las preguntas simples y profundas, creando lazos de amor con los demás seres, sean aviadores, rosas o zorros.

Sacado del Blog: Filosofo Cotidiano

viernes, 17 de agosto de 2012

El espejo interior




















Hoy, en que el mito de la igualdad se tambalea, se puede apreciar más libremente la sabiduría de los antiguos, que afirmaban que todas las cosas y los seres tienen existencias diferentes.

Es más: dentro de una misma persona es difícil registrar dos estados de ánimo iguales a lo largo de un día, un mes o un año. Lo malo es que, salvo las excepciones que confirman la regla, estos estados de ánimo tienen frecuentemente un común denominador pernicioso, que es el de observar con preferen¬cia la parte negativa de todo y todas las cosas.

A su manera, cada cual se siente un “mártir”, un incomprendido o una víctima de los demás, que no lo aman ni valoran como merece, más un largo etcétera que sería imposible describir aquí.
Es notable cómo el egocentrismo, con tendencia más o menos acusada hacia el egoísmo, modifica las actitudes y procederes, convirtiendo en necios a los inteligentes, en ociosos a los trabajadores y en débiles a los potencialmente fuertes. El exceso de individualismo es tan malo como su contrario.

Todos creen tener, de alguna manera, las llaves del éxito, pero puestos a prueba fracasan, echando la culpa siempre a los demás y asumiendo posiciones psicológicas sombrías. No es raro encontrar que individuos que son verdaderos déspotas para con sus subordinados, sean extremadamente sensibles cuando es a ellos a quienes les toca obedecer o escuchar un correctivo. Entonces decae la alegría y una niebla gris se abate sobre la torturada conciencia, que cree ser víctima de una injusticia, a la vez que proclama sus propias bondades y los errores del prójimo.

Esta actitud pesimista y negativa me ha llamado profundamente la atención al observarla a lo largo de los años en cientos de personas que bien podrían experimentar una actitud mucho más auténtica, positiva y humilde ante la vida.

He recordado la parábola de Platón sobre el “ojo del alma”, ese que según hacia dónde se dirige, ve panoramas diferentes y comunica visiones oscuras, grises o francamente luminosas. Y he imaginado que tenemos dentro algo así como un espejo de posición variable. Y en él se refleja aquello hacia lo cual está dirigido. Si se lo deja flojo, laxo,
caído hacia lo bajo del mundo, tan solo reflejará sombras, peligros, adversidades. Si con un poco de esfuerzo logramos levantarlo, aunque sea hasta la horizontal, su campo de visión se ampliará considerablemente y, sin despojarse de tinieblas, abarcará también horizontes luminosos y pluralidad de seres y cosas interesantes y dignas de tenerse en cuenta, y el alma ampliará su posibilidad de percibir y, por lo tanto, de discernir, decidir y actuar.

Si con firme voluntad levantamos más aún el espejo, veremos borrosas las cosas adversas del mundo y un cielo de luz llevará belleza y alegría a nuestro corazón. Estaremos naturalmente predispuestos al éxito, a la alegría, y la sabiduría se desarrollará descubriendo para nosotros verdaderas maravillas y los escondidos motores de las cosas visibles. Percibiremos las manos de Dios en cada obra y su Pensamiento inconmensurable rigiendo todas las ideas y
todas las formas.


Así, sanamente entretenidos en la visión y vivencia de tales prodigios, iremos olvidando poco a poco nuestras estrecheces egoístas, nuestra ignorancia que descarga sobre espaldas ajenas los pesos de las responsabilidades que nos ennoblecen y que justifican nuestra vida.
Manteniendo ese reflejo del cielo en nuestra alma, todo se nos hará más fácil y las andaduras más agradables, fructíferas y alegres. En verdad, vale la pena el esfuerzo, pues de una semilla de voluntad surge un bosque de bienaventuranza, de felicidad y de conformidad emocional consigo mismo, al poder ver con claridad características
del Sendero y de los caminantes que, con el espejo hacia las tinieblas, no podíamos distinguir.

Las vacilaciones merman y el miedo es reemplazado por una sana inquietud renovadora y vital.
Los quejidos se vuelven risas y naturalmente somos mejor aceptados por todos… simplemente, moviendo hacia arriba nuestro espejo interior.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Los ojos del alma


Los ojos del alma no son más que aquellos que usamos cuando hablamos con el corazón ciego...y cuando perdidos por ese amor sereno se nos brota un te quiero de nuestros labios sinceros.

Es también cuando confiamos más allá de la verdad y cuando no nos importa la realidad, pues cuando miramos con el alma, es cuando parecemos vivir en otro lugar.

Es bonito mirar con los ojos del alma, pues al hacerlo, no miramos defectos, sino bellas cualidades.

No buscamos mentir sino decir inmensas verdades, dar comprensión y amabilidad, no buscamos lastimar sino dar un consejo, no reprochamos, nos aceptamos tal y como somos, porque simplemente vivimos, soñamos y amamos.

Mirar con el alma es volver a ser niño,
crecer libres y a la vez felices...

Sentirnos alegres cuando nuestro corazón regala sonrisas, bellos suspiros... pues el amor es de ciegos que padecen de calma y ciegos somos todos los que miramos con el Alma.

lunes, 10 de enero de 2011

Sobre el tiempo...


Un Filósofo romano, Seneca, se preguntaba si la vida era larga o corta.

Para la gran mayoría la vida pasa en un instante, y se va, esfumándose sus esperanzas, sus aspiraciones, sus ideales. Y en lo que menos se piensa ya no hay tiempo para lograr lo que en un principio buscamos.

¿Es realmente así?
¿Es la vida tan breve?
Séneca pensaba que todo depende de tener claro los objetivos de la vida, y que la Vida alcanza para todo, si hay un Ideal, algo valioso que la dirija, que nos demarque un camino.

viernes, 13 de agosto de 2010

Vivir nuestros sueños


Vivir nuestros sueños es en realidad vivir esta vida al 100%, amar cada momento y disfutarlo al maximo para poder lograr reconocer las señales que la vida nos prensenta; si sólo vemos lo malo de la vida y sólo nos quejamos no lograremos ver las oportunidads que se nos presentan y dejamos pasar nuestra felicidad; por eso, solo vive con el corazon, se feliz y agradecido con Dios.

viernes, 16 de julio de 2010

Ha desaparecido el velo


La sensación que se tiene cuando se sienten las presencias de los seres que pertenecen a un mundo sutil de la luz rodeándonos, hace que se alejen todos los miedos y las dudas de si tu camino acabará bien.

Todo se convierte en una sensación de paz, orden, armonía, amor, protección y el hecho de “sentirte en casa, con la familia”.

No se duda cuando sentimos estas energías llenas de Luz y Amor con nosotros. Ellos están con nosotros, entre nosotros, y cuando nos abrimos a ellos, todo parece cambiar: nuestros pensamientos dejan de ser reiterativos, las preocupaciones desaparecen, los miedos se disipan y sabes, entonces, que pase lo que pase, nada deberás de temer porque lo que te sucederá será lo adecuado para llevarte hacia tu mayor bien.

Por momentos te dejarás ir del todo y te librarás a la vida, a sus manos, porque juntos caminaréis hacia tu evolución. Es como si hubieses de travesar un abismo, y encontrándote donde la tierra queda cortada, ves el otro lado sabiendo que llegarás. Entonces, a pesar de no haber ningún puente ni pasarela que las una, ves como en el fondo, la tierra nunca ha dejado de existir, y justo por donde te encuentras aparecen unas losas que te llevan al otro lado.

Ha finalizado el tiempo de ser dos mundos separados, pero a la vez, conviviendo en el mismo espacio.
Actualmente, el velo que separaba la terrenalidad y la espiritualidad se ha fundido, mezclándose uno con el otro. El universo y el ser humano ahora son uno y la relación entre el firmamento y el ser encarnado una sola.

Somos parte del inmenso espacio que hay sobre nosotros cuando miramos hacia arriba, tanto de día como de noche. Años atrás, sólo unos cuantos podían entrar en contacto con los “habitantes” del otro lado del velo, pero el telón se ha alzado y todos formamos ahora, una misma compañía, representando una Voluntad Superior para el mayor bien del firmamento.
De todos los confines del cielo llegan, cada vez más, seres de energía sutil para relacionarse con nosotros, para hacer de nuestro planeta un lugar donde vivir y poder, todos juntos, hacer una nueva humanidad.

Habitan entre nosotros y cada vez son más. Ha llegado la hora que el cielo y la tierra sean Uno. Legiones de ángeles, arcángeles y otros seres luminosos y llenos de amor al servicio de la Gran Voluntad Divina se encuentran entre nosotros para ayudar a elevar al ser humano que habita este mundo en el cual nos encontramos.

No estamos solos, y nunca lo hemos estado. Las energías de los nuevos tiempos abrazan las esencias de quienes existimos en esta encarnación. Ha llegado la hora de dar la mano a estos seres de energías más sutiles, procedentes todos ellos, de la misma Fuente Creadora de Vida.
¿Qué podemos hacer para sentirlos y aceptarlos en nuestras vidas? Sencillamente abrir el corazón y dejar que él nos hable, que ellos nos hablen. Cuando dejamos que nuestro interior se abra, apaciguaremos nuestra mente y nos dejaremos ir, y entonces sus presencias se manifestaran.

No hay nada más amoroso con una gran sensación de plenitud y de “estar en casa”, que dejar que nos abracen. ¡Hay tanto amor en estos encuentros, en estas “uniones”!
Ahora todos pueden sentirlos y saber de ellos, sólo es necesario quererlo, silenciar nuestra mente y abrir nuestro corazón. En este estado de “dejadez” es cuando damos pie a poderlos sentir. Es desde este estado que podemos sentir el Amor del Hogar en nosotros. Somos seres espirituales, y cuando nos abrimos es cuando nuestra verdadera esencia se manifiesta. Es cuando “los hermanos se reencuentran”.

A medida que la Tierra va evolucionando y elevando sus energías, más se predispone todo para que aquel ser humano que quiere contactar con Casa y sentir la calidez de su verdadero Hogar, pueda hacerlo. Ya no sólo unos cuantos pueden contactar con nuestros hermanos de la Luz.

Tú también eres Luz y Amor, y por lo tanto, conectando con ellos, te permitirá sentir la sensación de protección, guía y estima de todos aquellos seres que están contigo y para ti para ayudarte en tu vida desde tu nacimiento. No estás solo.

Puedes comunicarte con Ellos y ser Uno con Ellos. No se necesita ser alguien especial para hacerlo. Recuerda: el velo se ha retirado. Ya no existe. Las vibraciones del planeta cada vez se acercan más a las de Ellos. Tú eres un ángel encarnado. Eres un ser divino dentro de un cuerpo, y esto, probablemente te confunda. Tú eres espíritu, como Ellos, no eres forma. Esta que ves cuando te miras en el espejo sólo es el reflejo de tu proceso de aprendizaje, de evolución. Lo que hay dentro de la materia es lo que predomina y cuenta para poder “visitar el Hogar de donde procedes y a tus hermanos de la Luz”. Todos lo pueden hacer. Todos pueden conseguirlos. Sólo es necesario que por un momento no te identifiques con la forma y sientas al verdadero ser que hay en ti.

¡Hay tanto Amor para ti desde el Hogar!
Aprende a abrir tu corazón y deja que este te lleve. No importa la ocupación que tengas en esta encarnación, solo se necesita que busques unos momentos de serenidad y querer que quienes están contigo desde el nacimiento puedan “darte una mano en tu vida” y recibir las energías amorosas que te transmiten. ¡Háblales y diles que te abracen! Quédate un rato quieto, en silencio, y siente. Éste puede ser un buen principio. Con el tiempo escucha a tu corazón, para que a través de él se comuniquen.

Una nueva vida y un nuevo ser humano están apareciendo en el planeta. Muchos de ellos están viviendo su resurrección y tú eres uno de ellos. Durante un rato cada día, regálate una visita con tus “guías angelicales”. ¡Quieren transmitirte tantas cosas! Escúchalos porque ha llegado la hora que tu vida dé un vuelco para mostrar al verdadero ser que hay en ti y está llamando a la puerta para manifestarse.

Tu ser, un ángel encarnado, vuelve a casa después de muchas vidas. El Padre te acogerá y una gran fiesta se hará en tu honor por tu despertar.
Una nueva vida iniciarás y tu cuerpo y tu espíritu reposarán en la inmensidad de la placidez amorosa, armoniosa y serena de saber que en todo momento te encuentras en “Casa”.

lunes, 5 de abril de 2010

El milagro de ser, más allá del tiempo


Desparramada sobre el pasto, la mirada perdida en el espacio insondable, recibiendo caricias del sol mañanero, me encontraba yo aquel día.

Una pepita de San Antonio vino a hacerme cosquillas al aterrizar sobre mi nariz.


Como quien tiene en su poder a un frágil y escariadas tesoro, tomé a mi pepita cuidando de no arruinar su vestido de lunares y comencé a estudiarla con los ojos azorados del asombro.



¡Cuánta grandeza resumida en un ser tan pequeñito! Ella surcaba, sigilosa, las rutas de la palma de mi mano que era, en ese infinitesimal momento, todo su mundo. Entonces me sentí un gigante. Si en esa criatura habitaba la magia, la belleza, la vida, ¿qué no era yo, ser humano, que podía beberme a borbotones su gracia, su simpleza? ¡Podía verla, sentirla, admirarla! Poseía el don de disfrutar de su presencia, paseándola por su universo presente.


De pronto, extendió sus alitas y echó a volar en busca de nuevos horizontes. En su imperceptible aleteo, pareció decirme: "¡Ya aprendiste, no me olvides!".

La noche extendió su arrullo de lucecitas refulgentes. La magia me despertó a una nueva verdad. Luna, estrellas, cielo y más: el cosmos todo me convidaba su encanto. ¡Me sentí tan pobre! ¿Qué era yo, ser humano, en medio de ese universo infinito, de ese tiempo sin tiempo, poblado de soles, planetas, galaxias? Y entonces comprendí...


Porque puedo abrir los ojos a la belleza, a lo inconmensurable y a lo minúsculo, porque puedo ser pepita y pájaro, y nube, y agua cristalina que fluye, que fluye... porque percibo la magia, porque río y lloro y siento. Porque vivo... Porque SOY... y estoy aquí, y tengo tiempo, y ganas. Porque soy un ser humano que puede, quiere, siente, AMA, es que me inundo hoy de alegría y me creo un gigante y mañana me aplasto de tristeza y me veo insignificante. Porque puedo equivocarme y aprender de mis errores... Por todo eso y más es que siento un impulso loco de gritar ¡gracias, gracias y mil veces gracias!


Entonces se me antojó compartir con vos mi intraducible vivencia y quise contarte que, por un instante, comprendí el significado de ser, de existir aquí y ahora. Deseé unirme a vos a través de esta verdad chiquitita -¿o gigante?-, que descubrí porque sí, cuando una pepita de la mañana de luz vino a cosquillearme la nariz.